27 de marzo de 2011
Una nueva oportunidad para leer.
El viernes 4 de marzo en la clase inaugural del Curso anual 2011, en la Biblioteca Madero de San Fernando, comenté Las referencias del Seminario de La angustia, “piezas sueltas”, de Jacques Alain Miller. Una forma de llegar a Los signos del goce, texto que organiza nuestro Programa de este año, con el análisis milleriano del uso que de las referencias hace Lacan. La propuesta implicó una orientación para la lectura, ya que seguirá siendo intertextual como hasta ahora, y tomará por supuesto a Freud y Lacan, pero también a Foucault en ¿Qué es un autor?, Barthes en Variaciones sobre la escritura, Milner en El amor a la lengua y Bentham en Teoría de las ficciones. Las referencias deben precisarse, dice Miller, pero encontramos a Lacan con sus referencias también implícitas, las colectivas, las solapadas, las comentadas y las que no lo son, etc. Una tarea monumental que constituye “un conjunto complejo y heterogéneo cuyas fronteras no están en absoluto aseguradas”. Con su exposición esclarecedora, Miller enumera tres sentidos de referencia en los diccionarios, que se distinguen por los verbos situar, remitir (a una autoridad), y testimoniar (confianza). Si bien Lacan se sitúa respecto de Freud, y ello es evidente, no utiliza su autoridad para refugiarse al modo universitario. Queda dicho que “las referencias de Lacan están siempre modificadas, reorganizadas, traficadas en su discurso”. “Lejos de tratarlas como autoridades, como parapetos…Lacan las trata más bien como murmullos que forman un muro que quiere atravesar”. Por ejemplo, Miller detalla que las referencias del Seminario de La angustia son convocadas para luego descartarlas. En Lacan, la operación es siempre un movimiento, llegar a quebrar algo del sistema de referencia de ustedes y llevarlos a su sistema de referencia, que sin embargo no es un sistema. Es por ello que hay que puntualizar que la referencia lacaniana es más bien del orden de la pieza suelta, una de las formas de aparición del objeto a. Una forma de trabajar como la de Duchamp, “quien hace un objeto estético tomando una pieza suelta, manipulándola un poquito y sobre todo, poniendo el pedestal que explica: objeto de arte”. En definitiva, Lacan no rechaza que su enseñanza sea del orden del patchwork. Toma de aquí y de allá, dice desde dónde, hace lo que conviene a sus fines de desarmar los prejuicios del oyente para despertar a otro discurso, el analítico, es decir otra práctica, otra ética. Comenzar con este texto fue algo que surgió a partir de una intervención de Germán García, cuando él comentó otro texto de Jacques Alain Miller, con la distinción y la claridad que lo caracteriza. Fue una buena ocasión, una nueva oportunidad para leer. Félix Chiaramonte.
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